FOPLADE- La ciudad que Irak quiere borrar del mapa
El régimen iraquí amenaza con expulsar a los refugiados iraníes de Ashraf. - La Audiencia Nacional investigará la matanza de 11 de ellos
FERNANDO PEINADO ALCARAZ 31/12/2009
"Esto es Irak. Si te mato ahora mismo no le importará a nadie". Abbas Ghasim, de 49 años, recuerda las palabras que le espetaba uno de sus torturadores. "Era miembro de un batallón de 200 hombres y hablaban en persa", añade. El iraní Ghasim se sorprendió al escuchar su propia lengua en un país de habla árabe. "Mientras nos golpeaban con barras de metal, gritaban ¡viva Ahmadineyad!, ¡viva Jamenei!".
Ocurrió hace cinco meses. Ghasim se encontraba en un recinto militar a cielo abierto, en medio del desierto iraquí. Acababa de ser hecho prisionero junto con otros 35 compañeros de su partido, la Organización de los Muyahidines del Pueblo de Irán, el mayor grupo de disidentes iraníes. Ghasim identificó a sus verdugos por su uniforme negro. El que visten los miembros de la Brigada Badr, un cuerpo de élite al que el Gobierno iraquí, de mayoría chií, envió a Irán para formalo en técnicas de tortura. "Nos grabaron y tomaron fotos. Recopilaban pruebas para luego recibir su recompensa de manos de las autoridades de Irán".
Después de un cautiverio de 67 días, Ghasim reconoce por teléfono desde el campo de refugiados de Ashraf (Irak), donde guarda reposo, que es un milagro que siga vivo. Le partieron una costilla y mantuvo una huelga de hambre durante todo ese tiempo en que sólo ingirió agua y té. Asegura que encerraron a 32 de ellos durante tres días en un zulo de 12 metros cuadrados. "Nos teníamos que turnar para sentarnos y ponernos de pie".
Ahora ha depositado su confianza en el juez español Fernando Andreu, de la Audiencia Nacional, para que haga justicia. Andreu ha admitido a trámite una querella contra el teniente general iraquí Abdol Hossein Al Shemari, que el 28 de julio dirigió el asalto de 2.000 soldados a los 3.500 civiles desarmados que residen en Ashraf. Fue el mismo día que tomaron como rehén a Ghasim.
Los propios residentes de Ashraf grabaron la agresión y difundieron las imágenes en Internet. En ellas se ve cómo la policía iraquí intentó atropellar deliberadamente a la multitud, al tiempo que se escuchan ráfagas de disparos. Hubo 11 muertos y más de 450 heridos de gravedad.
Aquel trágico día comenzó una crisis humanitaria que tiene pocos visos de solucionarse a corto plazo. Irak quiere expulsarles a pesar de que llevan más de 20 años en el país y su estrecho aliado, Irán, les reclama para ajusticiarles como parte de su cruzada para sofocar toda voz disidente.
En el fondo, los sucesos de Ashraf reflejan a pequeña escala los problemas de esta inestable región: la crisis política en Irán, la fragilidad del Irak de la posguerra y el peligro de que el vacío de poder que va a dejar Estados Unidos tras su retirada de Irak sea ocupado por Irán.
Una ciudad-Estado dentro de Irak
La historia de cómo acabaron en Irak miles de opositores al régimen iraní se remonta a los ochenta. Entonces, los Muyahidines del Pueblo fueron acogidos por Sadam Hussein, acérrimo enemigo de Irán, para que continuaran su lucha armada desde el país vecino. Les permitió edificar Ashraf, 100 kilómetros al norte de Bagdad, en medio del desierto; una suerte de ciudad-Estado dentro de Irak. Con una extensión de 36 kilómetros cuadrados, Ashraf no es un campo de refugiados al uso: Cuenta con su propia universidad, hospital, parques e incluso un Museo de la Resistencia Iraní.
Tras la caída de Sadam los muyahidines perdieron a su mentor. En medio del caos de los años posteriores, Estados Unidos llegó a un trato con ellos: se encargó de su custodia e impidió que fueran deportados por el nuevo Gobierno del chií Nuri Al Maliki a cambio de que entregaran sus armas y de que le proporcionaran información clave sobre el programa nuclear iraní. El problema para los refugiados de Ashraf comenzó cuando Washington anunció su retirada del país.
Desde el 1 de enero de 2009 Irak es formalmente responsable de Ashraf. Al poco, el consejero de seguridad nacional, Muwaffaq al-Rubaie, declaró desafiante en televisión: "Les haremos insoportable su presencia en Irak. Comenzaremos por establecer puestos de control, patrullas, registros y por último les atacaremos". Después de la masacre de julio, las fuerzas de seguridad iraquíes han impedido la salida de los muyahidines de Ashraf y han racionado la entrada de alimentos y medicinas.
La amistad entre Irán e Irak
"Era previsible que esto iba a ocurrir", opina Waleed Saleh, profesor de origen iraquí de la Universidad Autónoma de Madrid. "El Gobierno de Bagdad está formado por una alianza de partidos chiíes con algunos miembros que fueron refugiados políticos acogidos por la República Islámica iraní y era lógico que no iban a aceptar en su propio territorio a los opositores a un régimen con el que mantienen unas relaciones tan fluidas". La proximidad de los comicios en Irak puede acelerar el desenlace en Ashraf aunque es probable que sea más determinante el desarrollo de los acontecimientos en Irán.
De hecho, no es una casualidad que la crisis de Ashraf coincida en el tiempo con la debilidad que afrontan los gobernantes iraníes después de seis meses de protestas tras las acusaciones de fraude masivo en las elecciones presidenciales de junio. La reacción de las autoridades ha consistido en intensificar la represión, dentro y fuera de su territorio.
Los muyahidines fueron la principal facción opositora justo después de la proclamación de la República Islámica, en 1979. Hoy la mayoría se ha exiliado en Europa y Estados Unidos y los diplomáticos y analistas consideran difícil evaluar su influencia dentro de Irán, donde muchos siguen sin perdonar que colaboraran con Sadam Hussein durante la guerra que enfrentó a Irán e Irak en los ochenta. Los líderes muyahidines afirman que son los principales organizadores de las manifestaciones poselectorales.
Saleh lamenta que, en el fondo, la falta de reacción internacional se explica porque en términos relativos, el problema de Ashraf parece menor en el avispero de Oriente Próximo. "A pesar de su gravedad, queda olvidada al lado de los graves problemas de la zona, que concentra la mayoría de los conflictos del planeta".
Con la esperanza puesta en España
Hamid Huseini, un exiliado iraní que reside en Madrid donde regenta una tienda de alfombras, es hermano de Said, uno de los refugiados en Ashraf. "La situación es crítica. Sus vidas están ahora en gran peligro". Habían perdido el contacto durante 15 años pero la noticia de la matanza hizo que Said volviera a llamarle por teléfono. "Le dije que le aprecio muchísimo. No sólo por ser mi hermano. Porque lleva toda su vida luchando junto con sus compañeros por la libertad y la independencia de Irán".
Tanto la comunidad iraní residente en España como la más numerosa de otros países europeos y de Estados Unidos han pedido a las autoridades que medien en la crisis de Ashraf. De momento los pronunciamientos oficiales han sido escasos. El embajador estadounidense en Irak, Christopher Hill, ha comparecido ante el Congreso de su país para explicar cuál es la postura de Washington sobre Ashraf: "Le hemos dejado claro al Gobierno iraquí que debe respetar el bienestar y los derechos humanos en Ashraf. En especial, que no sean deportados por la fuerza a Irán". De acuerdo con el relato de los refugiados, el día del ataque aún había tropas estadounidenses estacionadas en el campo, que se abstuvieron de intervenir.
De momento, el mayor éxito internacional de la campaña pro Ashraf ha sido que la Justicia española acceda a pronunciarse sobre la matanza del verano. Se trata de la primera causa que admite la Audiencia tras la limitación de la justicia universal y el juez lo explica porque la justicia iraquí no está investigando los hechos. Hassan, padre de Yiavosh, de 27 años, uno de los 11 fallecidos, expresa por teléfono desde Ashraf su esperanza sobre el buen fin de la querella contra el oficial iraquí que dirigió el ataque. "Aquí en Irak no hay una justicia independiente que pueda procesar a quienes mataron al que era mi único hijo, una persona inocente. Soy optimista porque al menos en España parece haber reglas que se respetan".
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